En nuestro artículo anterior publicado en este mismo blog, hablamos sobre los mayores retos que creemos podemos encontrarnos en el mundo de la manufactura después de la situación de contingencia debido a la Pandemia por el COVID-19. Y uno de ellos es el distanciamiento social. Todos estamos conscientes de los medios de contagio del virus, las autoridades han sido muy insistentes sobre las medidas que debemos tomar para evitar contraerlo. Pero una vez que la producción vuelva a la normalidad en las plantas industriales, nos vamos a enfrentar con una dura realidad. Y es que hasta el día de hoy en la mayoría de los procesos la interacción entre las personas es casi inevitable, a veces hasta esencial.
Y será hasta entonces que nos empecemos a preguntar: ¿Cómo cumplo con la regulación de sana distancia si dependo de la interacción entre el personal?
Probablemente existan muchas posibles respuestas para esta incógnita, pero al menos para mí, una de las más completas es que debemos apegarnos al uso de tecnologías emergentes que nos apoyen a complementar y optimizar los procesos existentes para aumentar el distanciamiento social y fomentar el trabajo remoto. En nuestro caso, la robótica colaborativa es un medio sencillo con el que podemos alcanzar este objetivo.
Hablando de los brazos robóticos, hay muchas aplicaciones donde normalmente vemos a una persona haciendo tareas repetitivas, o bien realiza actividades que le pueden generar un daño ergonómico y verdaderamente no genera valor alguno desperdiciar a un recurso humano de esa manera. Es por eso que actividades como esta son generalmente catalogadas dentro de 5 principales aplicaciones para los ya denominados cobots: Pick and Place, Atornillado, Inspección, Palletizado y Machine Tending. Estos procesos pueden ser realizados fácilmente por un robot colaborativo, que además de ser fácil de instalar y programar, tiene accesorios que le permiten ser programado o intervenido de manera remota para fomentar el trabajo no presencial. Además de poder medir la productividad del equipo.
Por otra parte, los robots móviles nos ayudan a alcanzar dicho objetivo de una manera distinta. Una gran parte de las empresas en la industria, por no decir que todas, necesitan mover material o piezas de un punto a otro dentro de sus instalaciones. Y cuando no usan algún tipo de tecnología, generalmente esto se hace con personas que empujan un carro a lo largo de las instalaciones (que potencialmente puede ocasionar un daño ergonómico a la persona). Es inevitable que esta persona entre en contacto con muchas líneas de producción y el resto del personal. Por lo que es un riesgo latente de contagio.
Con los AMRs (Autonomous Mobile Robots), podemos rediseñar la logística de traslado de material, de tal forma que se puede reducir la interacción humana con el proceso. Ya sea cargar un robot de producto, o bien llenar un carro para que sea trasladado o incluso podemos pensar hasta en mover tarimas cargadas. Estos equipos permiten que el movimiento de materiales en la planta sea colaborativo y autónomo.
Típicamente este tipo de escenarios son perfectos para implementar un robot colaborativo que nos permita realizar estas tareas sencillas de manera constante, garantizando la calidad del producto y lo más importante, reubicar a esas personas que hacían un trabajo monótono a una actividad en donde sí represente un impacto positivo. Todo esto, fomentando el distanciamiento entre los colaboradores.
Escrito por Rodrigo Sáenz
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